Quizás la frase que mejor asocio con esta película,
es aquella que dice que “el tiempo lo pone todo en su lugar”. Y me alegra que
el paso de los años, le diera a esta joya del cine de terror, lo que no tuvo en
su estreno: buena prensa y un justo reconocimiento. Y es que John Carpenter, es
un director muy infravalorado en el mundo del cine, y sus obras también.
Lo cierto es que influyeron muchas razones para que
en 1982, cuando se estrenó “The thing”, su acogida fuera cuanto menos… poco
amigable.

Y es que para empezar, la mundialmente conocida
“E.T: El extraterrestre” se estrenó algunas semanas antes que esta otra. Y para
los que hayan visto ambas películas, sabrán que no pueden ir en direcciones más
opuestas; mientras la obra de Steven Spielberg era totalmente sentimental y
bondadosa, la de Carpenter mostraba un ser alienígena que sólo provocaba muerte,
caos y destrucción, asimilando cualquier forma física posible. Por tanto, la
primera, que fue un auténtico triunfo a todos los niveles (reconocimiento,
premios, taquilla, público), y siendo de un profundo calado sentimental, lastró
la que habría sido el empuje definitivo de Carpenter en Hollywood.
Yo personalmente, pese a ser de géneros y mensajes
distintos, no tendría ninguna duda si tuviera que escoger: siempre “The thing”.
Aunque es una pena que el bombazo fuera la otra, y que el director encumbrado a
la fama fuese Spielberg solamente, y no también Carpenter.
Otra razón de su batacazo inicial, fue la ocurrencia
de colocarle la frase de “Lo último en terror alienígena” en los carteles
publicitarios. Y es que tres años atrás, se había estrenado el también famoso
“Alien” de Ridley Scott, y es posible que la gente que se esperara a ver algo
similar, no comprendiera para nada el mensaje de la película, ni la forma de
desarrollar la historia. Seguramente pocas fueran las personas que realmente la
comprendieran en su época.

Como dije antes, por suerte el tiempo ha ido
colocando esta película en la categoría de “obra de culto”, y es una
satisfacción ver que en el presente sigue teniendo tirón, sobretodo porque en
2011 se estrenó una aceptable y respetuosa “precuela” de la misma. No es de
extrañar, porque al margen de un reparto metido en el papel (donde Kurt Russell
será el más conocido para muchas personas), impregna de tensión y dudas al
espectador durante buena parte del metraje, y tiene unos efectos especiales
espectaculares para su época, donde el ordenador apenas tiene protagonismo, y
que a día de hoy siguen siendo geniales. Al menos para los que preferimos el
cine claustrofóbico e inquietante de terror al gore gratuito que roza la
repulsión, ésta obra es un punto de referencia.
Y una vez hecha una valoración inicial de esta obra,
toca hablar un poco del argumento, para animar (o no) a la gente a verla si aún
no lo ha hecho. La escena inicial nos muestra un platillo volante que se dirige
a la tierra (y una original forma de mostrar el título de la película tras
eso). El lugar de la historia es la “Antártida”, y tras la primera escena vemos
un perro corriendo a través de la nieve, seguido por un helicóptero desde donde
le disparan. El perro llega a una base de investigación americana, donde acaban
falleciendo sus perseguidores. Los americanos, tras quedarse con él, averiguan
la nacionalidad de los fallecidos, y deciden mandar un grupo hacia su
campamento. Una vez allí, descubrirán todo destruido y algunas cosas más, entre
ellas un enorme bloque de hielo
descongelado, unas grabaciones hechas por los noruegos, y el cuerpo de una
extraña mutación genética. Estas dos últimas cosas son llevadas a la base
americana, y a partir de ahí descubrirán que esos científicos noruegos,
encontraron un platillo volante enterrado en la nieve, así como un enorme
bloque de hielo a poca distancia de él.

Lo que los americanos irán descubriendo en sus
propias carnes, es que el contenido de ese bloque, que descongelaron aquellos
noruegos, es un ser alienígena capaz de mutar en cualquier forma física,
alcanzando la perfección con cada imitación que logra completar.
Y en esa perfección, también entra la especie
humana, lo que creará un gran desconcierto entre todos al no sabes quién es
humano y quién no…
Así que, para quien guste de una película de tensión
psicológica, poco previsible en el desarrollo del argumento (increíble la escena de la prueba de sangre), y de las que dejan
un buen regusto pasado el tiempo, ésta es una buena elección.
Por último, quisiera mencionar que ésta película es
un “remake” de otra de 1951, llamada “La cosa de otro mundo”, aunque resalten
aspectos diferentes. Y como he dicho antes, en 2011 se filmó una nueva versión,
aunque narrando lo que pasa en el campamento noruego, para conectar con ésta
objeto de mi análisis. Detalle de su valoración positiva con el paso del
tiempo, es que hay cómics de “La cosa”, así como un videojuego que narra lo que
pasó después de esta obra. Y es que más vale tarde que nunca, cuando se trata
de reconocer el valor de una película…
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