Para todas aquellas personas que aún sigan entrando en mi blog y veáis la falta de novedades, os informo de que ya tengo mi propio blog literario, y estoy volcando en él todo mi tiempo libre, razón por la que os animo a visitarlo y dejarme vuestras impresiones.
Mi nuevo blog es el siguiente, y al clickar sobre el nombre accederéis a él:
La burbuja literaria de J.C
¡Un saludo y gracias por leerme!
Mi gran cajón de sastre
Un lugar en la red donde expresar algunas de mis inquietudes con tod@s los internautas,y donde deseo compartir aficiones de todo tipo con cualquier persona afín,y conocer vuestras opiniones y pensamientos.
7 de agosto de 2015
30 de julio de 2014
El despertar
Vuelvo a mi blog tras más de un año de silencio virtual, debido en gran parte a mi participación en un blog de fútbol ( http://www.estaestugrada.com/ ), y en mi regreso quiero presentaros mi primera colaboración musical y literaria con Juan Jesús Lupiáñez (alias John O' Perdono). Aquí está el enlace para poner la música con el texto (copiar y abrir en una pestaña nueva, la música empezará automáticamente), y si hubiera problemas, hay otro al final del texto en sí.
https://soundcloud.com/johnoperdono/el-despertar
El despertar
Amanece en el dojo y como cada mañana, Takeshi Mushasi se
arrodilla en el suelo y reza antes de emprender su andanza. Es un samurái desde
que alcanzó la edad para empuñar una espada y servir a su clan. El rezo a sus
ancestros, es uno de los rituales que realiza al despuntar el alba y una vez
finalizado éste y atada su katana al cinto, sale al exterior del dojo para
dirigirse a los campos de cultivo. Pasea de un lado a otro respirando el aroma
de la tierra, disfrutando de las primeras luces del día. Ha tenido la suerte de
nacer en un lugar que ama y en el cual no tiene necesidad de muchos lujos.
Prosigue hacia el bosque y con su katana en mano, comienza a practicar con ella
cortando cada ráfaga de aire. El samurái es un servidor y un guerrero que
antepone su vida individual al bienestar de una comunidad. Está dispuesto a
vivir cada día como el último, porque cuando llegue su hora, estará preparado
para dejar este mundo y seguir luchando en el siguiente.
Tras varias horas de práctica con
la katana, se refresca en la cascada que hay al final del bosque. Vuelve al
pueblo y se une al grupo de meditación. Todos comparten su bushido, todos
conocen su deber, su cometido, y ninguna edad difiere para ello. Su filosofía
es que no hay más guerrero que el que se sacrifica con una vida de servidumbre,
con el honor y la lealtad como estandartes. Al acabar de meditar, vuelve al
dojo, coge su arco y sus flechas y camina hacia el bosque, a practicar varias
horas más. El día no ha llegado a la mitad, pero Takeshi ya se prepara para la
batalla que tendrá lugar al día siguiente. Se acuesta, pensando en lo que le
espera, en el terreno en el que yacerán sin diferencia amigos y enemigos, en el
aire húmedo que les acompañará durante la contienda… y se abandona al sueño.
Al día siguiente, embutido en su
verde coraza, cabalga hacia la batalla, una más, en la defenderá su honor y el
de su clan. Varios centenares de guerreros parten de la aldea samurái, y
ninguno de ellos tiene la certeza de que regresará. Él empuña su katana y se
acerca raudo al lugar donde esperan sus oponentes. Es un samurái, y como tal,
no teme a la muerte, sino al deshonor de no morir luchando. Ha desmontado veloz
de su caballo y comienza a cruzar su katana contra las de los adversarios que
le salen al paso. Los demás samuráis de su clan se encuentran también
combatiendo a su lado, y el aire no tarda mucho en impregnarse de sangre, casi sin que ésta se vea afectada por las fuerzas terrestres, y parezca flotante sobre los hombres que girtan, mezclada con el sonido metálico de las katanas que chocan entre sí. El frenesí del
guerrero hace exprimir al máximo cada fracción de segundo, cada uno de los
sentidos, y hace nublar todo atisbo de miedo combatiendo con el doble de
valentía, ya que el único miedo es el de morir mostrando cobardía.
Las flechas vuelan por el cielo,
con distintos destinos, silbando los oídos de los guerreros en la escaramuza. Takeshi
nota fatigados los brazos, pesadas las piernas, y sabe que un despiste pueda
causarle la muerte. Su coraza, está manchada de la sangre de sus contrarios,
samuráis al igual que él, sin miedo a morir por servir a su ideal, y es lo que
hace que admire a su rival por encima de otros sentimientos. Ve a compañeros
caídos, y a otros en pie que continúan luchando. Las flechas siguen tiñendo el
día de ráfagas oscuras a su paso, resonando en los oídos de los contendientes.
Cada vez hay más muertos y más heridos que tratan de mantenerse en pie. El
terreno sobre el que luchan, de verde césped al inicio de la batalla, se
muestra ahora tiznado de rojo sangre. Takeshi se nota muy cansado debido a las
heridas sufridas y al combate, ganando velocidad hacia la muerte. Trata de
recordar el día anterior y la calma que experimentaba, la unión de su yo físico
y el espiritual, y recobra parte de su vitalidad.
Los enemigos empiezan a menguar y
retroceder, viéndose superados en número por sus rivales. Takeshi corre a
buscar su caballo y se arma con su arco y las flechas que se encuentra en la
montura. Dispara a sus iguales en retirada junto a los arqueros de su clan,
obligándoles a huir a los bosques por los que llegaron. La batalla ha
terminado. Muchos son los que cayeron abatidos, y los que quedaron no pueden
hacer más que enterrarlos allí mismo, hincarse de rodillas sobre el terreno, y
honrar a sus hermanos con un rezo por que sus almas inmortales alcancen la
iluminación en su forma etérea. No hay motivo alguno para celebraciones, por lo
que los samuráis ya preparan sus equipos y monturas para volver a casa cuanto
antes.
Los que sobrevivieron regresan al pueblo, y Takeshi se
dirige al dojo. Muy pocos regresaron de la carnicería. La vida del guerrero es
así, nunca se sabe qué día será el último, ni de qué forma llegarán los últimos
instantes. Lo único que Takeshi entiende, es que la continua lucha le ayuda… en
su despertar.
Texto original: José Carlos García
Música y efectos: Juan Jesús Lupiáñez
Edición del texto: José Carlos García y Juan Jesús Lupiáñez
http://www.hispasonic.com/musica/jota-lupianez-despertar/99879
Texto original: José Carlos García
Música y efectos: Juan Jesús Lupiáñez
Edición del texto: José Carlos García y Juan Jesús Lupiáñez
http://www.hispasonic.com/musica/jota-lupianez-despertar/99879
30 de mayo de 2013
Personajes con carisma de la pequeña y gran pantalla: Denny Crane y Alan Shore
Para empezar esta sección, quería hacerlo hablando
de estos dos personajes icónicos de la serie “Boston Legal” (un “spin off” salido de “El
abogado”). Y si bien cada uno de ellos daría por separado para largos textos,
no puede concebirse esa opción, porque ellos juntos son el complemento perfecto
que hacen de “Boston Legal” una serie distinta a muchas otras de abogados.
Pese
a ser poco conocido en nuestro país (o al menos gozar de poco renombre), tiene
una galería de personajes carismáticos, encabezada por estos dos “flamencos”
que dan título al post (los que hayan visto la serie entenderán mi alusión a
esta palabra)
Antes de profundizar en estos dos personajes
(ganadores de premios Emmy por sus papeles), recomiendo el visionado de esta
serie, en gran parte por ser diferente, por ser cómica a la par que seria
cuando ha de serlo, por criticar la forma en que funcionan las cosas en EEUU
(valiente en esa premisa), por gozar de originalidad en muchos casos que se
plantean, y por ofrecer un espectáculo de agradable visionado y grandes risas. Y
es que una vez que terminas la serie entera, echarás de menos saber más de
estos personajes y otros como Jerry “Manitas” Espenson (también ganador de un
Emmy), la encantadora Shirley Schmidt, o el aparentemente serio Carl Sack.
Sin duda el bufete “Crane, Poole & Schmidt” no
dejará indiferente a nadie y arrancará más de una carcajada, como también lo
hiciera “Cage & Fish” en la serie Ally Mcbeal (ambas del mismo guionista),
haciéndome disfrutar de la vertiente crítica y cómica del mundo del derecho,
tan necesaria como refrescante. Y es que en malos tiempos como los actuales,
las sonrisas siempre son bien recibidas.
Denny Crane: William
Shatner (el inolvidable Capitán Kirk de Star Trek) da vida a DC, un legendario
litigante de Boston, ya en la última etapa de su vida profesional. Es un hombre
ultraconservador, egocéntrico, mujeriego, y un apasionado de las armas, además de otras cosas. También es
uno de los fundadores del bufete donde trabaja. Lo que la hace diferente, al
margen de lo anterior, es que sufre de “alzheimer”, al que él aludirá como “el
mal de las vacas locas” tras cierto episodio, pensando que realmente tiene esa
enfermedad. Su padecimiento de alzheimer provocará situaciones dramáticas, pero
también cómicas, por lo que no será difícil cogerle cierto aprecio al
personaje.
Escenas tan memorables
como su forma de pescar en su visita a Nimmo Bay, tocar un mini trompeta en
Nueva Orleans, tener y usar una muñeca sexual idéntica a una de sus antiguas
novias, aparecer en calzoncillos en el despacho de una jueza, o disfrazarse de
época para asistir a un juicio, son sólo algunas de las muchas escenas para el
recuerdo que este hombre tendrá en la serie. También habrá momentos tristes,
pero es mejor destacar los que te hacen sonreír. Y es que este hombre cercano a
la jubilación, que pesca en alcantarillas, se queda dormido en juicios, se
enamora de toda mujer que ve, y no para de decir “Denny Crane” para hacerse
notar, es sin duda una notable figura, tanto solo como acompañado.
Alan
Shore: El inseparable amigo del anterior,
está interpretado por James Spader. Alan
es más joven, y representa también al mismo bufete, del que es socio. A
diferencia de Crane, es políticamente liberal, y se opone al uso de las armas
(al menos en la forma que DC lo defiende), aunque también es un mujeriego.
Destaca además por su verborrea incesante que le hace un gran orador, y por ser
una persona fiel a sus amistades y sus principios, aunque haya de actuar de
forma negligente. Es y será un fiel apoyo para DC cada vez que la enfermedad de
su amigo haga aparición.
Es también otro
pescador de alcantarillas, le tiene fobia a las personas disfrazadas de payaso,
sufre a veces de “ensalada de palabras” y “terrores nocturnos”, se disfraza de
mujer en alguna fiesta del bufete, e incluso utiliza los juzgados y sus
instalaciones como picadero sexual.
Tanto Alan como Denny
vivirán situaciones cómicas juntos, como hacerse “guardacostas”, ir disfrazados
con largas pelucas blancas a un juicio, pelear sobre un ring por salir con una
mujer, o dormir juntos y despertarse sorprendidos con caras que no tienen
precio.
Habitual es acabar la
gran mayoría de los capítulos de la serie con estos dos hombres tomando una
copa y fumando un puro, en la terraza del bufete, resumiendo detalles del
episodio, discutiendo de muchos temas, y ensalzando el valor y la importancia
de su amistad, que, para quien sea atraído por la serie, valdrá la pena conocer
y disfrutar hasta el final.
6 de mayo de 2013
Películas que rescataría del olvido (4) : La cosa de John Carpenter
Quizás la frase que mejor asocio con esta película,
es aquella que dice que “el tiempo lo pone todo en su lugar”. Y me alegra que
el paso de los años, le diera a esta joya del cine de terror, lo que no tuvo en
su estreno: buena prensa y un justo reconocimiento. Y es que John Carpenter, es
un director muy infravalorado en el mundo del cine, y sus obras también.
Lo cierto es que influyeron muchas razones para que
en 1982, cuando se estrenó “The thing”, su acogida fuera cuanto menos… poco
amigable.
Y es que para empezar, la mundialmente conocida
“E.T: El extraterrestre” se estrenó algunas semanas antes que esta otra. Y para
los que hayan visto ambas películas, sabrán que no pueden ir en direcciones más
opuestas; mientras la obra de Steven Spielberg era totalmente sentimental y
bondadosa, la de Carpenter mostraba un ser alienígena que sólo provocaba muerte,
caos y destrucción, asimilando cualquier forma física posible. Por tanto, la
primera, que fue un auténtico triunfo a todos los niveles (reconocimiento,
premios, taquilla, público), y siendo de un profundo calado sentimental, lastró
la que habría sido el empuje definitivo de Carpenter en Hollywood.
Yo personalmente, pese a ser de géneros y mensajes
distintos, no tendría ninguna duda si tuviera que escoger: siempre “The thing”.
Aunque es una pena que el bombazo fuera la otra, y que el director encumbrado a
la fama fuese Spielberg solamente, y no también Carpenter.
Otra razón de su batacazo inicial, fue la ocurrencia
de colocarle la frase de “Lo último en terror alienígena” en los carteles
publicitarios. Y es que tres años atrás, se había estrenado el también famoso
“Alien” de Ridley Scott, y es posible que la gente que se esperara a ver algo
similar, no comprendiera para nada el mensaje de la película, ni la forma de
desarrollar la historia. Seguramente pocas fueran las personas que realmente la
comprendieran en su época.
Como dije antes, por suerte el tiempo ha ido
colocando esta película en la categoría de “obra de culto”, y es una
satisfacción ver que en el presente sigue teniendo tirón, sobretodo porque en
2011 se estrenó una aceptable y respetuosa “precuela” de la misma. No es de
extrañar, porque al margen de un reparto metido en el papel (donde Kurt Russell
será el más conocido para muchas personas), impregna de tensión y dudas al
espectador durante buena parte del metraje, y tiene unos efectos especiales
espectaculares para su época, donde el ordenador apenas tiene protagonismo, y
que a día de hoy siguen siendo geniales. Al menos para los que preferimos el
cine claustrofóbico e inquietante de terror al gore gratuito que roza la
repulsión, ésta obra es un punto de referencia.
Y una vez hecha una valoración inicial de esta obra,
toca hablar un poco del argumento, para animar (o no) a la gente a verla si aún
no lo ha hecho. La escena inicial nos muestra un platillo volante que se dirige
a la tierra (y una original forma de mostrar el título de la película tras
eso). El lugar de la historia es la “Antártida”, y tras la primera escena vemos
un perro corriendo a través de la nieve, seguido por un helicóptero desde donde
le disparan. El perro llega a una base de investigación americana, donde acaban
falleciendo sus perseguidores. Los americanos, tras quedarse con él, averiguan
la nacionalidad de los fallecidos, y deciden mandar un grupo hacia su
campamento. Una vez allí, descubrirán todo destruido y algunas cosas más, entre
ellas un enorme bloque de hielo
descongelado, unas grabaciones hechas por los noruegos, y el cuerpo de una
extraña mutación genética. Estas dos últimas cosas son llevadas a la base
americana, y a partir de ahí descubrirán que esos científicos noruegos,
encontraron un platillo volante enterrado en la nieve, así como un enorme
bloque de hielo a poca distancia de él.
Lo que los americanos irán descubriendo en sus
propias carnes, es que el contenido de ese bloque, que descongelaron aquellos
noruegos, es un ser alienígena capaz de mutar en cualquier forma física,
alcanzando la perfección con cada imitación que logra completar.
Y en esa perfección, también entra la especie
humana, lo que creará un gran desconcierto entre todos al no sabes quién es
humano y quién no…
Así que, para quien guste de una película de tensión
psicológica, poco previsible en el desarrollo del argumento (increíble la escena de la prueba de sangre), y de las que dejan
un buen regusto pasado el tiempo, ésta es una buena elección.
Por último, quisiera mencionar que ésta película es
un “remake” de otra de 1951, llamada “La cosa de otro mundo”, aunque resalten
aspectos diferentes. Y como he dicho antes, en 2011 se filmó una nueva versión,
aunque narrando lo que pasa en el campamento noruego, para conectar con ésta
objeto de mi análisis. Detalle de su valoración positiva con el paso del
tiempo, es que hay cómics de “La cosa”, así como un videojuego que narra lo que
pasó después de esta obra. Y es que más vale tarde que nunca, cuando se trata
de reconocer el valor de una película…
4 de marzo de 2013
Grupos musicales de tributo a otros, ¿Necesarios o innecesarios?
Hace escasos días visitó Granada una de las mejores
bandas nacionales (para mí la mejor tras
haber visto conciertos de otras) que rinden tributo a “Pink Floyd”, y son los
llamados “Pink Tones”, los cuales brindaron un apasionante concierto de unas 3
horas de duración, recorriendo desde los temas más conocidos de la banda
británica, hasta otros que gran parte de los oyentes podían no conocer por ser más antiguos, o por no figurar en cada recopilación de éxitos de
Pink Floyd. Y a la excelente calidad interpretativa de este grupo nacional, le
acompañaba el uso de elementos típicos (tecnológicos y visuales) de algunas giras de PF, lo que
contribuye a destacarles por encima de muchas otras bandas de tributo, ya que
el espectáculo visual no hace mejor o peor a una banda musical, pero sí tiende
a hacerla distinta de otra/s que no se valen de tales cosas.
Y la pregunta que encabeza este post es la que a
veces me hago cuando asisto al concierto de alguna banda de tributo a otras
famosas o a algún artista destacado. ¿Son necesarias porque nos acercan a
aquellas otras de las que somos fanáticos y a lo mejor nunca podremos ver en
directo? ¿O son innecesarias por tocar canciones de otras, en ocasiones con
desacierto o adaptando sus temas a otros
estilos musicales?
Cada persona tendrá su lectura acerca de este tema,
como es normal y respetable. Para mí, la
respuesta abarca ambas preguntas. Es
decir, considero que en la mayor parte de ocasiones, las bandas o artistas a los
que se rinden tributo, como puedan ser por citar algunos ejemplos Pearl Jam, U2, Joe Bonamassa, B.B King, ZZ Top, Led Zeppelin, etc… no hacen sino acercarnos a
esos artistas o grupos que a lo mejor por diversos motivos, no ofrecen ningún
concierto durante su carrera musical en nuestras ciudades (o que en caso de
ofrecerlo, no podamos asistir por la razón que sea). Si por esa razón es
complicado asistir a una actuación en vivo de la música que me guste, me parece
muy acertada la posibilidad de vivir parte de su esencia a través de unos
músicos que unidos por el interés que sea (en gran parte el aprecio por esa
música en concreto), traten de acercarla
al público de la mejor forma en que
puedan. Habrá quienes se tomen esta
opción de tributar a otros como una afición en sus ratos libres, y quienes se
dediquen profesionalmente a ello, y no siempre ha de implicar una menor
calidad por ello de la adaptación musical que se haga.
A fin de cuentas, todo es cuestión de la percepción
que se tenga de ello. Si la principal banda a la que aludo aquí, PF, ya no
existe ni toca como tal, es imposible disfrutar de una actuación en vivo de la
misma (al margen de que haya infinidad de dvd’s
de sus conciertos y giras), por lo que la única forma de vivir algo así, se me ofrece por gentileza de las bandas que la tributan
musicalmente. Y bajo esa perspectiva, me parece todo un acierto su existencia,
y más aún la variedad de este tipo de bandas que existen, lo que permite oír
diferentes formas de captar el espíritu de la principal.
Por otra parte, dentro de ese último aspecto, hay
una parte que me cuesta más valorar positivamente. Me refiero al hecho de que
al haber numerosas bandas aficionadas que toquen cosas de un mismo grupo,
algunas optan por cambiar el estilo musical, o bien musicalmente en cuanto al
estilo en sí, o por ejemplo introduciendo voces femeninas o masculinas en lugar
de la del sexo contrario con la que asociemos a los músicos originales. Por
poner un ejemplo, escuchar a una chica siendo la voz principal en los temas de
Pink Floyd, en lugar de en los coros, se me haría raro, no por desprecio a esa
persona o su sexo, sino por asociar desde siempre un grupo con sus integrantes,
con sus voces, o con el estilo musical. Razón esta última por la que también se
me haría raro escuchar temas de ese grupo, cuyo estilo atraviesa el rock
psicodélico o el sinfónico como los principales, en clave de otro que no guarde
mucha relación. Pero aquí nuevamente toma protagonismo la idea de que cada
persona es un mundo, y en la variedad está el gusto. Y eso sigue siendo muy
respetable. Y si no lo es, debe serlo.
¿Alguien quiere aportar su opinión acerca de este
tema?
15 de noviembre de 2012
Un juego que hace pensar: El ajedrez
Es difícil hablar de algo que le
guste a todo el mundo. Y dentro del mundo de los juegos de mesa y los
juegos de lógica, cuesta más aún reunir multitud
de opiniones que apunten favorablemente en la misma dirección.
La gran multitud de juegos que hay, de mayores y menores desafíos
a la lógica, de más o menos complejidad en cuanto a su
formato de juego o sus reglas, y de una temática u otra, da
infinidad de opciones sobre las que hablar.
Hoy me apetece hablar del “ajedrez”,
un juego de mesa tan popular históricamente, que aunque alguna
persona se ría al leer esto, se llegó a considerar como
un deporte en toda regla. ¿Deporte por qué? Alguna
persona podría pensar, y me parecería un razonamiento
lógico y coherente, que el ajedrez no requiere de ningún
esfuerzo físico, que es el pilar fundamental para considerar
algo como “deporte”. Es cierto que no requiere de un esfuerzo
motriz que permita catalogar a este juego como un deporte de verdad,
pero ello no implica que detrás no haya un fuerte esfuerzo
mental. Me explico; el fútbol, el baloncesto, el tenis...son
deportes que requieren de mucho desgaste del cuerpo sí, pero
no sólo de esa parte, sino también de la mente. Puedes
ir perdiendo un partido por una amplia ventaja, pero pensar que sólo
tú puedes cambiar eso, y que el poder para ello reside por
empezar creyendo que puedes hacerlo. Esa fuerza mental es la que
engrana con lo demás, de tal modo que te hace ser más
competitivo. Y el ajedrez requiere básicamente de ese
componente psicológico, en unión a otros factores.
La anticipación, el cálculo,
la imaginación y el atrevimiento, son otros elementos de este
maravilloso juego. Respectivamente...la anticipación consiste
en preveer los posibles movimientos de tu rival antes siquiera de que
éste los haga, trazando un plan a seguir si las cosas salen
como están pensadas. Cálculo, es la necesidad de
explorar mentalmente todas las posibilidades de juego que puede
ofrecer una jugada u otra, así como los riesgos y ventajas de
una jugada propia. La imaginación y el atrevimiento pueden ir
unidas, en jugadores que mediante movimientos insospechados o
ciertamente desconcertantes, hagan jugadas “de sacrificio” de
piezas, o de las que en un primer momento no entendamos nada.
Uno puede pensar que el jugador más
complicado de afrontar, es el que más sabe y que todo lo
controla, pero a veces también puede serlo uno que no tiene
miedo de arriesgar con sus jugadas y de ponerse en el filo de la
navaja. Y es que como he dicho anteriormente, este es un juego que
desafía a la lógica, y como tal, cada persona a la que
te puedes enfrentar es un mundo. Ni que decir tiene que el cansancio
físico o un estado de desánimo, pueden afectar y
afectan considerablemente las posibilidades de ganar, a cualquiera
que pretenda ponerse frente a un tablero de ajedrez. ¿No es
eso lo mismo que le puede pasar a un deportista? Es una razón
tan coherente como la anterior que pregonaba justo lo contrario.
Para hacer una breve introducción
(que quizás no sea tan necesaria dada la popularidad), un
tablero de ajedrez tiene el siguiente aspecto:
Hay dos colores de piezas como puede apreciarse, blancas y negras. Las blancas son las que empiezan siempre jugando. En esa misma foto aparecen numeradas todas las casillas, pues es frecuente que en torneos por ejemplo, los jugadores anoten las partidas (con la ventaja de poder analizarla tranquilamente una vez acabada). Las figuras totales de las que dispone cada jugador pueden apreciarse de un simple vistazos a la imagen. Cada figura tiene sus movimientos, de eso no hay duda, por lo que todas y cada una pueden tener mayor o menor importancia durante el transcurso de una partida, que puede ser muy larga. Y para quienes no conozcan los movimientos de cada pieza, y tengan curiosidad por ello, les invito a valerse de internet o cualquier libro de ajedrez para una información más pormenorizada. Les valdrá la pena.
¿Y el objetivo final del juego? Hacer el conocido "jaque mate" al rey rival. Y esto se produce cuando las figuras de un bando, a través de "jaques" (amenaza a la casilla donde se encuentra el rey), consiguen dejar sin escapatoria al rey rival, y sin posibilidad de que ninguna otra pieza pueda interponerse para defender su rey. Hay infinidad de jaques mates conocidos, cuyo estudio suele ilustrar a los jugadores para escoger una forma en que terminar su partida, según disponga de unas piezas u otras, o según la posición en la que éstas se encuentren. Es por ello que el final, aunque siempre sea el de hacer el "jaque mate", puede producirse de muchas formas, dotando de gran vistosidad cada final de partida.
El ajedrez es mucho más que un juego de desafío a la mente, más allá incluso del enfrentamiento de dos personas. Cada partida puede deparar una aventura distinta, pues cada rival puede jugar de distintas formas. Y de esa variedad indefinida de posibilidades, tienen parte de culpa las llamadas "aperturas", palabra que engloba una serie de movimientos automatizados de las dos piezas que llevan a una posición determinada. Para quien sepa aperturas, le será mucho más fácil seguir una serie de movimientos de sus rivales, y más aún, le permitirá conocer sus posibilidades de movimiento ante una jugada u otra. Hay muchas aperturas estudiadas a lo largo de la historia del ajedrez, y éstas cuentan con muchas variantes cada una, producto de la innovación, el atrevimiento y el análisis de jugadores que optaron por variar algún movimiento de ese esquema fijo de la apertura, y descubrir sus ventajas o desventajas.
Algo característico del ajedrez, como muchos otros juegos, es que posee su propia terminología. Palabras como "tijeras", "doblete", "enroque", "peón pasado", "variante", "jaque descubierto" y muchas más, pueden tener un significado muy claro para jugadores de ajedrez, distinto del normal de cada palabra.
Y algo que destaca este juego ante muchos otros, es la existencia de clubes para aprender sobre él. Un servidor ha formado parte de uno durante muchos años, y es una parte de mi vida que miro con cariño y aprecio. Porque formar parte de un club de ajedrez, es mucho más que aprender sobre este juego o deporte (ya según la opinión de cada uno). Formar parte de ello te permite jugar muchos torneos, no sólo contra personas del mismo club, sino también de toda la ciudad, comunidad e incluso país.
Y un torneo, por encima del objetivo de competir, te permite disfrutar del ajedrez en toda su extensión (jugar partidas, hablar de ello con algún otro jugador...), conocer muchas otras personas afines en cuanto a esa afición, viajar dependiendo de dónde se vaya a jugar, y en definitiva, saborear bien este arte, en compañía de gente que lo aprecia tanto como tú. Aquí no se compite por meter un gol en un partido de fútbol, o ser el "mvp" de un partido de baloncesto; aquí se juega por amor a este juego, por desafiar nuestra capacidad de razonamiento, y por encima de todo, por la pasión que se puede despertar, a quién realmente disfrute con esto.
Espero haber sabido transmitir parte del gran aprecio que siento por esta afición, y que tantas horas me ha hecho pasar entretenido, practicando frente al ordenador o con un tablero y un libro, yendo a clases en el club, o bien jugando torneos ante todo tipo de personas. Gracias por compartir un pellizco de vuestro tiempo leyendo este artículo entero, o al menos parte de él.
1 de octubre de 2012
Un escritor para
conocer: Robin Cook
En este blog he hablado de cine y de música, y me
di cuenta de que de momento no había dedicado tiempo ni
palabras a escribir algo sobre la lectura, y eso fue lo que me llevó
a iniciar esta nueva sección.
Dentro de las aficiones que no requieren de un gran
esfuerzo físico, una de las imperantes en muchas personas es
el leer, ya se trate de libros, revistas, periódicos, y
cualesquiera otro tipo de redacciones. Y hay lecturas, que nada más
posar los ojos en ellas, te atrapan hasta que las termines. Lecturas
que te tienen con ganas de saber qué cosas suceden en ellas, y
que se convierten en una prioridad en el tiempo para ocio, hasta que
se acaban.
La primera vez que cogí un libro de Robin Cook,
sentí esa sensación, que te hace sentir que vas a
entregarte a esa lectura hasta acabarla. Esa sensación de que
entre muchos, ése es el libro que te hará querer
terminarlo y no dejarlo a medias, porque lo leerás de un
tirón. Y es que a los buenos amantes o asiduos del género
de las intrigas, les gustará este autor. Sobretodo si gustan
de las intrigas médicas. Pero mejor me explico para ser más
claro.
Robin Cook (nacido el 4 de mayo de 1940 en Nueva York, EEUU), es médico y escritor. Y sus libros abarcan el género de los "thrillers médicos", de los que es uno de sus mejores y más conocidos autores. Una de sus premisas para hacer este tipo de libros, y no libros puramente médicos, es la siguiente: "Podría escribir artículos sobre temas de medicina, pero la mayoría sólo tomará conciencia de estos problemas si se los presentan como una novela."
Sus historias suelen versar sobre el uso malintencionado de la medicina, que se ejerce por parte de grandes multinacionales farmacéuticas casi siempre, que son las que en EEUU agrupan todo el poder en ese campo. Y pese a contener referencias médicas (inevitables por la profesión del escritor), la lectura es fluída y agradable, a la par que como ya dije, adictiva. Aunque en bastantes de sus novelas los protagonistas son los mismos, no siempre es así, por lo que hay cierta variedad.
Espero haber podido captar el interés de alguna persona que desconociera a este autor, o que conociéndolo lo tuviera algo abandonado. En el peor de los casos, confío en que la lectura de este post, que inicia una nueva sección, haya sido interesante.
P.D: Como hasta con las cosas buenas, el exceso es malo, recomiendo alternar lecturas de este autor, con otras cosas distintas, pues leer varios de sus libros seguidos, aunque sean entretenidos y amenos, puede hacerse repetitivo, como pasa cuando no hay variedad en las cosas. Un saludo.
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